Día Internacional del Migrante La Nacion 19-12-2007 A propósito del Día Internacional del Migrante, celebrado el martes 18 de diciembre, resulta necesario plantear una serie de reflexiones acerca de qué significa esta condición en el mundo actual. Según las cifras de los organismos oficiales, en nuestro país residen en torno a quince mil peruanos que viven en condiciones de indocumentados. La vida para todas estas personas no resulta fácil. Ellas cargan con las esperanzas y los anhelos de familias sumidas en la pobreza en sus ciudades de origen y deben enfrentar sentimientos mal llamados “nacionalistas”, que en realidad no son más que una forma de expresión encubierta de la xenofobia o la discriminación. Los chilenos nos definimos como amables y acogedores con quien es forastero, pero si éste tiene la piel morena o los rasgos de los pueblos originarios, fácilmente se diluyen las “virtudes” que tanto se alaban de la chilenidad. Todo queda en palabras frente a las precarias condiciones en las que, en especial los peruanos, los nacidos en otros países dejan transcurrir parte de sus vidas en Chile. Y, por cierto, ellos no viven en comunidades aisladas. Están en nuestros barrios, en los centros de las ciudades más importantes, en los conventillos, en las piezas subarrendadas o en las tomas de terreno en las periferias urbanas. Son invisibles para quien no sabe que en cada foco de pobreza urbana existen realidades de extranjeros que, encantados por la imagen de un país exitoso y pujante, depositaron en nuestra sociedad sus esperanzas de un futuro mejor. No los ve quien los recluta en los empleos de baja calidad, sin contrato de trabajo, en jornadas extensas o con la informalidad que no permite generar un puente de integración real. Ni hablar del prejuicio ese de que nos quitan fuentes laborales. El inmigrante no tiene voz, porque vive sus penas de soledad y añoranzas en una cultura que sanciona las expresiones legítimas de un modo de ver la vida en comunidad diferente, etiquetándolos de “molestosos”, “conflictivos” y “cochinos”. El ejercicio diario de nuestra chilenidad pasa por reconocer que el país se construye con todos, incluso los que no nacieron en este tierra, pero que hoy la comparten. El desafío que tenemos como cultura es generar estrategias de intervención que hagan posible la participación de todos los sectores que componen la sociedad, los grupos que configuran lo que llamamos Chile. Rodrigo Azócar González, director de Trabajo Social de la UNAB de Viña del Mar |
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